2 de marzo de 2018

Mirando el fuego


La vida cotidiana del hindú está impregnada de actos rituales. El hombre hindú es un hombre ritual. Y los actos de adoración muestran a un pueblo todavía conmovido y absorbido por la idea de lo sagrado. Uno de los actos rituales que conforman la vida de un hindú son los homas o rituales en donde el fuego es el centro, como ofrenda o como objeto de adoración. 

El fuego está presente en la India a cada paso, en cada casa, en los math o ashrams. Pero es en los templos donde tiene viva presencia. El momento culmen de la adoración es el árati, es decir, cuando se ofrece fuego a la deidad. 

Si como señala la etimología la palabra hogar viene de hoguera, sólo en la India se vive la experiencia plena de hogar pues el fuego está prendido sin apagarse día tras día y en muchas casas, los miembros de la familia se turnan para mantener y custodiar el fuego sagrado que siempre está en un altar con la deidad que rige o cuida ese hogar. 

A parte de ello hay como ya hemos señalado rituales especiales llamados homas y que son realizados por brahmanes, los miembros de la casta sacerdotal en la India, quienes realizan el rito recitando versos védicos. 

En la India observé unos homas colectivos que atraen por su fuerza, la misma que está presente no sólo por el fuego, sino por los cantos védicos que los acompañan y que son cantados con devoción. 

En Nueva Delhi, durante mi estancia en el Aurobindo Ashrám, fui atraído por la recitación colectiva de unos mantras alrededor de un fuego, prendido en una pirámide invertida gigante. Invitado a participar del círculo, seguí los cantos al tiempo que, como todos, atizaba el fuego echando alguna yerba o astillas de madera. El canto más recurrente y persistente que reconocí fue el Gáyatri mantra, un himno védico que tiene un prestigio sin igual en la India y que está mencionado en varias escrituras tradicionales como en la Bhagavad Gita: “Entre los himnos védicos, Yo soy la gáyatri” (Gita: X, 35) 

Este mantra es mayormente pronunciado sólo por los brahmanes. Es el gurú quien inicia a su discípulo en la pronunciación de este auspicioso mantra. Debo agregar que dentro del hinduismo los mantras tienen que ser dados por un hombre de conocimiento, un Swami, para poder ser usados por quienes los reciben. 

Tras la culminación del homa, los devotos contemplan las llamas del fuego hasta que se apaguen. Los materiales del fuego ahora son ceniza, pero no como cualquier ceniza que se produce al quemar algo. Esta ceniza es pura y nunca es negra como la ceniza común. Algunos discípulos recogen la ceniza que el homa ha producido y marcan su frente con un poco de ella. Otros lo ingieren con fines terapéuticos. 

En lugares considerados sagrados como Benarés, Haridwar o Allahabad, se pueden ver algunos sadhus desnudos pero con todo el cuerpo cubierto de ceniza blanquecina. 

Esta ceniza es llamada vibhuti o también bhasma y es usada para hacer marcas en algunas partes del cuerpo como hacen tanto los shivaítas como los vaisnavas. La marca más característica en el caso de los adoradores de Shiva son tres líneas horizontales en la frente llamada tripundra. Algunos también lo usan para hacer la tika, la marca en el entrecejo, el punto llamado “ojo de Shiva”.


4 comentarios:

  1. interesante artículo Enrique, una pregunta este fuego Sagrado da presencia a la deidad? lo hace presente? gracias por tu respuesta. y saludos

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    1. Namasté.

      Gracias por visitar el blog y por la pregunta.

      Tu pregunta, creo, tiene una doble respuesta, según el orden de las cosas o el nivel de realidad al que nos referimos.

      Quizá sirva el entender primero que para el hinduismo la división racionalista entre lo vivo y no vivo es muy débil o casi inexistente. Para el sanatana dharma todo esta vivo, y de cierto modo manifiesta a la divinidad.

      Dicho esto, te puedo mencionar, que la representación de una deidad se convierte en una Murti u objeto de adoración, luego que se realizan los rituales para "abrir los ojos de la deidad". Recién ahí es posible, en el acto de adoración,la participación del hombre en la cualidad o virtud que la deidad manifiesta. Aquí, sin duda, estamos ante la presencia real de la divinidad.

      Sin embargo, en el plano de la metafísica pura, como lo es el vedanta, no hay separación entre el espíritu del hombre y el espíritu divino, pues son idénticos. ¿Cómo se pueden reunir (o fundir como se dice erróneamente) aquello que nunca estuvo separado?

      Espero que esta breve consideración aliente nuestras futuras conversaciones.

      Un abrazo,
      Enrique.

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  2. Te admiro, Enrique, por el artículo, me agrada la profundidad de tu comprensión sobre el tema, Felicitaciones y seguir adelante.

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