Saludamos a todos nuestros lectores y pedimos a Maha Devi su bendición para este nuevo año.
En esta primera luna nueva del año, creemos pertinente presentar esta reseña sobre un libro extraordinario escrito, el siglo pasado, por Frithjof Schuon, un sabio y erudito escritor sobre las diversas tradiciones espirituales tanto en sus aspectos religiosos como puramente metafísicos.
Que vivimos en tiempos de oscuridad es una evidencia para los espíritus sensibles y orientados hacia la espiritualidad. Y esta oscuridad, que ha podido ser definida como la "crisis del mundo moderno "(Guenon) o la "decadencia de occidente" (Spengler) también afecta desde hace mucho tiempo a las propias religiones, no sólo porque se vuelven cada vez menos atractivas para el ser humano, sino porque la comprensión de la religión y la dimensión metafísica que poseen se han vuelto incomprensibles.
El fanatismo y la rigidez siempre será una tentación para algunos estudiosos y líderes religiosos, se enfrenta muchas veces a esto un ecumenismo religioso con el afán de lograr la tolerancia y la convivencia pacífica entre las mismas. Sin embargo, esta última posibilidad no se realiza apelando al esoterismo o a la dimensión metafísica que subyace a todas las religiones. Por ello consideramos que esta obra de Schuon es valiosa porque trata de manera objetiva y en clave metafísica la situación de las tradiciones espirituales de la humanidad tanto de Occidente como de Oriente. Por eso recomendamos desde ya, a nuestros lectores, la lectura de este libro…
El autor empieza haciendo una distinción fundamental entre metafísica pura y lenguaje teológico y filosófico. Este último, nos advierte Schuon, es el menos autorizado por ser eminentemente especulativo e individual, al menos así se presenta sobre todo en su formulación moderna.
Y aquí es dónde expresa una idea esencial de su libro:
“ ‘El Espíritu sopla donde quiere’; y, a causa de su universalidad, rompe la forma, pero está obligado, sin embargo, a revestirse de ella en el plano formal ”
Las doctrinas esotéricas de todas las formas tradicionales parten de la realidad absoluta, la cual es infinita y perfecta. También, siempre en clave metafísica se le puedo llamar universal e inmanifiesto. El autor nos propone el símbolo de esta realidad como la luz increada (digamos de paso que para toda metafísica el lenguaje simbólico siempre es el más apropiado.) Esta luz increada precede a las luces y sus diversos colores, cuya refulgencia solo es posible por la luz increada que manifiestan, o que las hace posibles:
“Si se nos permite tomar un ejemplo dentro del orden sensible para ilustrar la diferencia entre el conocimiento metafísico y el teológico, podremos decir que el primero, al que llamaremos ‘esotérico’ cuando se manifieste mediante un simbolismo religioso, tiene conciencia de la esencia incolora de la luz y de su carácter de pura luminosidad; determinada creencia religiosa, en cambio, admitirá que la luz es roja y no verde, mientras que otra concreta creencia afirmará lo contrario; ambas tendrán razón en que distinguen la luz de la oscuridad, pero no en cuanto la identifiquen con un color determinado”
La idea de que una forma tradicional no agota la luz increada, y que esta última subyace a todas las demás formas, podría explicarse por los niveles de acercamiento que los creyentes o iniciados tienen de sus libros sagrados. La literalidad o el aspecto moral quedan dentro de toda exégesis en un nivel exterior, mientras que la interpretación simbólica o mística, tal como lo concebía Orígenes, se corresponde al nivel esotérico y por lo tanto más restringido. Esto último debido a la distinción natural que existe entre los seres humanos.
En palabras de Shuon:
“…cualquier verdad expresada reviste necesariamente una forma, la de su expresión, y es metafísicamente imposible que una forma tenga un valor único con exclusión de otras formas; pues una forma, por definición, no puede ser única y exclusiva, es decir, que una forma no puede ser la única posibilidad de expresión de lo que expresa”
El afán exclusivista y rígido de las religiones de origen semítico o el llamado tronco abrámico (Cristianismo e Islam) manifiesta quizá el aspecto negativo del exoterismo cuando se asume a esta desgajada de la visión esotérica en la que se encuentra, sin embargo, la metafísica pura y por lo tanto las posibilidades últimas de toda forma tradicional.
René Guenón y Frithjof Schuon |
Un caso interesante y a la vez enojoso sería la actividad misionera realizada por algunos grupos cristianos desde hace ya buen tiempo en las tradiciones del Oriente, como la tradición espiritual china o hindú. Schuon nos dice sobre el caso hindú lo siguiente:
“Uno se dirige a los brahamanes, por ejemplo, para exigir de ellos el abandono total de una tradición varias veces milenaria que innumerables generaciones han experimentado espiritualmente y que ha producido flores de sabiduría y de santidad hasta nuestros días; y los argumentos que se esgrimen para justificar esta inaudita exigencia no contienen, sin embargo, nada que sea lógicamente concluyente ni proporcionado a la amplitud de la exigencia en cuestión. Las razones que los brahamanes tienen para permanecer fieles a su patrimonio espiritual son, pues, infinitamente más sólidas para ellos que las razones por las que se les quiere llevar a dejar de ser lo que son. “
Creer que una religión es la única vía o camino espiritual sería como limitar a la realidad divina, lo cual es un contrasentido metafísico pues lo finito no puede agotar o abarcar lo infinito. Por ello, toda tradición espiritual, si posee ortodoxia doctrinal y métodos válidos de realización es, o representa, un camino vivo y seguro hacia Dios. Siguiendo con el caso hindú, Shuon afirma lo siguiente:
“La desproporción, desde el punto de vista hindú, entre la inmensa realidad de la tradición brahmánica y la insuficiencia de los contrargumentos religiosos es tal, que esto debería ser suficiente para probar que si Dios quisiera someter al mundo entero a una sola religión, los argumentos de ésta no serían tan débiles, ni los de algunos llamados ‘infieles’ tan fuertes. Dicho de otro modo, si Dios no estuviese más que del lado de una única forma tradicional, el poder persuasivo de ésta sería tal que ningún hombre de buena fe podría sustraerse a él”
Los casos de conversión de ciertas personas a una forma tradicional específica no invalida esta perspectiva, siempre cuando parta de una auténtica afinad intelectual con esa forma tradicional que quiera asumir, lo cual estaría, hablando en términos hindués dentro del karma y el dharma de esa persona. Además estos casos, que históricamente no son pocos, se han realizado cuando se ha entrado en contacto con la dimensión esotérica de una forma tradicional determinada.
Hay otros aspectos tratados en el libro que estamos hasta ahora reseñando, pero consideramos que hasta aquí es suficiente para mostrar que la unidad trascendente de las religiones se basa en un núcleo o en ciertos principios metafísicos que están y estarán siempre dispuestos para el peregrino espiritual.
On Maha Devi Namaha