16 de febrero de 2018

A propósito del Maha Shivaratri


Esta semana los hindúes celebramos el Maha Shivaratri, la gran noche de Shiva. La festividad está dedicada a una de las deidades más importantes en la tradición Hindú, por ello queremos exponer algunas ideas sobre el Dios transformador de la India.

Presentar a Shiva no es tarea fácil, pues comprender a esta divinidad exige separar los aspectos mitológicos y cosmológicos de la metafísica pura. 

Un aspecto fundamental de la tradición Hindú es la concepción de la Trimurti. Nos referimos a la triada conformada por Brahmá, Vishnu, y Shiva. Y estos tres aspectos manifiestan diversas funciones de la divinidad considerada como Dios personal o manifestado (iswara), entendiéndose por lo tanto –así lo ve claramente el hinduismo- que la trascendencia de éste es lo no manifestado, lo cual se conoce en la India como Brahman, lo absoluto y universal. 

A pesar de lo dicho los hindúes pueden considerar sin ningún problema a Shiva tanto como una deidad integrante de la Trimurti, como el mismísimo absoluto o Dios no manifestado. Por eso un adagio hindú afirma: “Nada existe que no sea Shiva” (nasivam vidyate kvacit).

El prestigio de esta divinidad hindú no solo se fundamente en sus millones de adoradores sino en las escrituras más antiguas. Debemos recordar además que imágenes o símbolos de Shiva se encuentran en los restos más antiguos de la India, como los templos de Mohenho Daro (que se encuentran en el actual Pakistán). 

En uno de los Puranas (colección de relatos mitológicos) más antiguos se relata lo siguiente:

Estando Vishnu descansando sobre las aguas, se presentó ante él Brahma como una deidad super luminosa. Ante esta aparición Vishnu inquirió a Brahma sobre su naturaleza y origen, respondiendo este que era el Dios Supremo, independiente y poderoso.

Vishnu no aceptó las pretensiones de Brahma y se sumieron en un largo debate para esclarecer quién era de ellos el ser más eminente. Ante esta situación emergió del océano un inmenso lingan, y de este surgió Shiva como un ser super gigante. Entonces Vishnu y Brahma decidieron viajar cada uno a un extremo, para poder así medir la altura y profundidad de Shiva, no pudiendo llegar al límite alguno. Así las dos deidades se rindieron, reconociendo a Shiva como la verdadera Divinidad Suprema. 

Para el orientalista alemán Heinrich Zimmer:

Siva aparece aumentado en el linga, realzado, acrecentado como elemento básico omnicomprensivo. El papel de destructor es ahora sólo una de sus tres manifestaciones principales. Junto a Brahma el Creador y Visnu el Conservador, Siva el Destructor coexiste con Siva el Supremo.
Mitos y Símbolos de la India, 128 pp. Ed. Siruela.


También podemos citar a René Guenón respecto a la comprensión de Shiva tanto como Dios transformador y como Dios absoluto: 

[Shiva] Es el paso “al más allá de la forma”, que no aparece como una destrucción sino desde el punto de vista especial y contingente de la manifestación; es el paso de lo manifestado a lo no manifestado, por el cual se opera el retorno a la inmutabilidad eterna del Principio supremo.
Introducción General al Estudio de las Doctrinas Hindúes, 196 pp., Ed. Losada.


Los hindúes reconocen a la vez diversas manifestaciones o aspectos de Shiva, los cuales se expresan en los 108 nombres con los que es invocado. Así tenemos, por ejemplo, a Shiva Nataraja o danzante, el Shiva Ardhanari (andrógeno), Shiva Asceta o yogui perfecto, etc.


Varias de estas cualidades o aspectos lo podemos encontrar también en la representación clásica de Shiva como yogui en el cual se puede ver el tridente como símbolo de destrucción o transformación, el tambor como el sonido creador, la ceniza sagrada que lo manifiesta como un asceta que ha dominado todas las pasiones, y otros.

La ciudad de Benarés o Varanasi está presidida por Shiva y en ella los peregrinos hindúes podemos encontrar más de 2000 templos, en los cuales los símbolos de Shiva están siempre presentes, permitiéndonos adorar y contemplar lo divino. 



1 de febrero de 2018

La Kumbha Mela



Uno de los sucesos que más impacta a los viajeros y peregrinos que han visitado la India es, sin duda, la Kumbha Mela. Un festival religioso de carácter multitudinario en el sentido estricto de la palabra, pues aglomera a millones de personas, convirtiendo este evento en la reunión de seres humanos más grande del planeta.

Tradicionalmente se realiza en la ciudad de Prayag (actual Allahabad), aunque Melas menores se realizan también en las ciudades de Haridwar, Benarés y Ujain.

Aunque estos baños rituales se realizan todos los años (mayormente en el mes de Magha), el Mela mayor es llamado Kumbha Mela y se realiza cada 12 años, habiendo sucedido el último en el año 2013.

La Kumbha Mela es una festividad tradicional hindú y como tal no sólo se realiza en un lugar especial (el punto de reunión de tres ríos sagrados, el Gangá, el Yamuna y el Saráswati), sino también en un momento único. 

El evento es único porque reúne a millones de personas, de todas las escuelas y corrientes del hinduismo, con el único afán de tener bendiciones de los swamis, de ser instruidos por los sadhus (monjes) y de bañarse en el río para purificarse. 


Pero ese baño multitudinario, que sella la participación en la Mela es y debe ser realizado, como hemos dicho, en un momento único: en ese momento se debe manifestar la mayor armonía celeste. El evento, por lo tanto, en su momento culmen, el baño, se realiza cuando el Sol y Júpiter se encuentren en una relación de armonía máxima. Júpiter es el planeta más auspicioso y relacionado con la espiritualidad, pues rige en los mapas natales la casa nueve, que es la morada del Gurú, los viajes largos y los peregrinajes.

Para la sabiduría astrológica existen configuraciones de los astros que favorecen los actos humanos, mundanos o espirituales. Y para la astrología hindú en particular (jyotisha) este momento especial llamado muhurta es conocido mediante escrupulosos cálculos matemáticos. Y una vez establecido, es respetado por todos.

Tuve la oportunidad de participar en el último Kumbha Mela en la ciudad de Allahabad. La experiencia satura los sentidos y rebasa toda imaginación.

Una verdadera ciudad de campamentos se levanta frente al río. Y en sus avenidas transitan diariamente olas interminables de peregrinos de toda la India y visitantes. Ellos buscarán estar junto a sus líderes espirituales y a la vez visitarán a otros swamis y monjes para tener su bendición o participar de sus enseñanzas.

Aunque domina un clima festivo y el movimiento incesante de masas humanas pueden aturdir a los visitantes, un clima de espiritualidad lo impregna todo. Además, ver a millones de personas rindiéndose ante lo sagrado puede lograr conmover al más escéptico en materia religiosa.