9 de octubre de 2018

Sri Ganesha



Desde tiempos inmemoriales, el elefante, ha merecido la atención del hombre. Y es en Oriente, sobre todo, donde su presencia ha suscitado mayor interés no sólo como objeto de estudio, sino como símbolo religioso. Y es en la India, en especial, donde su presencia conmueve y evoca toda una espiritualidad. La devoción multitudinaria al Dios con cabeza de elefante evidencia esto. 

Quienes hayan tenido el privilegio de estar cerca a un elefante han podido percatarse de la majestuosidad de su presencia, y a la vez de su mansedumbre. 

Una vez escuché decir sobre las gigantescas estatuas de Buda de Tailandia, que éstas mostraban “sensualidad y moralidad a la vez,”. De igual modo, podríamos decir que el elefante, tanto como ser vivo y como representación evoca la idea de imponencia y poder, así como también serenidad y paz a la vez. 

Dentro del arte sagrado hindú, podemos encontrar al elefante en los antiguos Templos de Ellora (estado de Maharastra) hasta las esculturas del moderno Templo de Akshardhám a las afueras de Delhi. También es importante señalar que en la Bhagavad Gita, el libro sagrado más conocido del hinduismo, el elefante es mencionado como uno de los animales más excelentes. 


Para el estudioso alemán Heinrich Zimmer, el elefante es mencionado en el RigVeda, el primero de los vedas, la literatura sagrada más antigua de la humanidad. Es mencionado como Airavata, el sostén y vehículo de Indra, uno de los dioses más importantes del panteón védico. Después, ya como Ganesha o Ganapati se representa como el hijo de Shiva y Párvati. Por esta genealogía sólo podemos esperar cosas buenas y auspiciosas del dios cabeza de elefante. 

Ganesha es invocado por sus adoradores para afianzar la memoria y auspiciar el estudio de los libros sagrados. Muchos deben haber escuchado la expresión tiene “memoria de elefante”. Se dice también que el elefante es casto y dócil. Podríamos entonces preguntarnos: ¿no son estas las cualidades que debe tener todo estudiante? En la India el brahmachari, y todo estudiante que se precie de tal, debe ser casto en la etapa primera de sus estudios. Debe ser dócil con su maestro, pues la reverencia al gurú garantiza la recepción de la sabiduría. Y debe cultivar la memoria, sin la cual todo aprendizaje sería imposible. 

En los bestiarios de la Edad Media, los mismos que tienen su antecedente en las obras de Aristóteles, dan cuenta de esas cualidades sublimes de algunos animales, como el elefante. Y podemos decir que el reconocimiento de estas cualidades es posible, según la perspectiva hindú, gracias a la mirada empática que se tiene hacia la realidad. Y esto siempre será una exigencia de la vida hindú. 

Om Ganesha Sharanam



28 de julio de 2018

Gurú Purnima 2018




Guru Brahma, Guru Vishnu, Guru Deva Maheswara 



En esta luna llena del mes de ashad en el calendario hindú, se celebra el Gurú Purnima, fecha en la que millones de hindúes reconocen y reverencian al maestro espiritual, a quien consideran la encarnación de la sabiduría y de la realización espiritual. 

Como hemos dicho anteriormente el papel del Gurú o maestro espiritual, dentro de la tradición hindú, evidencia un aspecto único del Sanatana Dharma, y el hecho que por miles de años su presencia se mantenga muestra la vitalidad de esta tradición. 

Nuevamente queremos presentar algunas enseñanzas que el célebre maestro hindú Ramana Maharshi dejó acerca de la importancia del Gurú. 




El Gurú según Ramana Maharshi* 





Pregunta: ¿Qué es la gracia del Gurú y cómo nos ayuda a alcanzar el Atman? 

Respuesta: El Gurú es el Atman. Hay veces en la vida que un hombre se siente insatisfecho y que, no bastándole todo lo que tiene, busca la satisfacción de sus deseos a través de las plegarias a Dios. Se le va purificando gradualmente la mente hasta que anhela conocer a Dios, más para recibir su gracia que para satisfacer sus propios deseos mundanos. Entonces se le empieza a manifestar la gracia de Dios. Dios adopto la forma de un Gurú y se le aparece al devoto, le instruye en la verdad y, además, al estar en su entorno le purifica la mente, la cual se va haciendo más fuerte y consigue dirigirse hacia dentro. Con la meditación se va purificando aún más y se queda quieta sin el más mínimo movimiento. Dicha expansión de calma es el Atman. 

El Gurú es tanto externo como interno. Desde fuera da un empujón a la mente para orientarla hacia dentro. Desde dentro atrae a la mente hacia el Atman y ayuda a aquietarla. Eso es la gracia del Gurú. No hay diferencia alguna entre Dios, Gurú y Atman. 

P: Existe toda una variedad de maestros espirituales que enseñan distintos caminos. ¿Cuál es el que uno debe escoger como Gurú? 

R: Escoge a aquel con el que notes que sientes shanti (paz). 

P: ¿Cómo puede uno decidir si un Gurú es adecuado para él? ¿Cuál es el swarupa de un Gurú (naturaleza o autentica forma)? 

R: Aquel con quien sintoniza tu mente es el Gurú adecuado. Con respeto a tu pregunta de “¿cómo decidir quién es el Gurú y cuál es el swarupa?” tiene que poseer virtudes como tranquilidad, paciencia, capacidad de perdonar y otras; debe tener la capacidad de atraer a otros incluso con la mirada de la misma manera que un imán atrae al hierro; debe tener por todos un sentido de igualdad. El que tenga estas virtudes es un Gurú auténtico, pero si se quiere conocer el swarupa del Gurú, ante todo se debe conocer el swarupa de uno mismo. ¿Cómo se va a poder conocer la auténtica naturaleza del Gurú si uno no conoce la suya propia? Si quieres percibir la verdadera naturaleza o forma del Gurú, ante todo tienes que aprender a ver que la totalidad del universo es Gurú Rupam (la forma del Gurú). Tienes que ver al Gurú en todos los seres vivos, lo mismo sucede con Dios. Tienes que ver que todos los objetos son el Rupa (forma) de Dios. Si uno no conoce su propio Atman, ¿cómo va a poder percibir la verdadera forma de Dios o la verdadera forma del Gurú? ¿Cómo los va a poder definir? Por lo tanto ante todo conoce tu propia forma y naturaleza verdadera. 

P: Pero, ¿no se necesita un Gurú para conocer hasta eso? 

R: Es cierto, en el mundo hay muchos grandes hombres. A aquel con quien sintonice tu mente, considéralo tu Gurú. Aquel en quien tienes fe es tu Gurú. 

P: Si la gracia tiene tal importancia, ¿qué papel desempeña el esfuerzo individual? 

R: El esfuerzo hace falta hasta el estado de iluminación. En ese punto, el Atman se hace manifiesto de forma espontánea porque, sino, no se siente una felicidad completa. Pero hasta ese estado de espontaneidad, tiene que haber un esfuerzo, de una forma u otra. Hay un estado más allá de nuestro esfuerzo o falta de esfuerzo. Hasta que se llegué allí, hay que esforzarse. Cuando se saborea esa dicha, aunque sólo sea una vez, se intenta recuperarla repetidamente. Cuando se ha experimentado la dicha de la paz nadie quiere perderla ni dedicarse a ninguna otra actividad. 

P: ¿Es necesaria la gracia divina para alcanzar la iluminación o puede el individuo, mediante su propio esfuerzo sincero, alcanzar el estado desde el cual no se regresa al ciclo de la vida y de la muerte? 

R: La gracia divina es esencial para la iluminación, porque conduce al individuo a tomar conciencia de Dios. Pero esa gracia sólo se le otorga a quien es un verdadero devoto o yogui. Se le da tan sólo a los que se han esforzado intensa e incesantemente siguiendo el camino hacia la libertad. 




*Tomado del libro Sé lo que eres, las enseñanzas de Sri Ramana Maharshi. José Olañeta Editor. Barcelona, 2005, pp. 109,118. 

15 de junio de 2018

El Templo Hindú



(Segunda parte) 



En nuestro texto anterior afirmamos que el templo hindú estaba estrechamente ligado a la naturaleza. Y esto quizá exige una primera observación: pese a existir millones de templos en la India, éstos no son imprescindibles para que el hindú pueda consumar sus actos de adoración. Por eso es común ver en las ciudades más tradicionales de la India (Benarés, Haridwar, Rishikesh, Yosimat) cómo hindúes se detienen ante ciertos árboles o ciertos ríos para realizar allí una ofrenda, oración o simplemente sentarse en actitud contemplativa. Aparte de esto, la naturaleza está presente en el templo no sólo de manera fáctica, en el agua, las ofrendas (que mayormente son flores o frutos) y el fuego, sino también por el simbolismo que mayormente está presente en la deidad que habite el lugar. No está demás insistir que no hay aquí pizca alguna de panteísmo. Pues reconocer la presencia divina en el devenir no se hace desconociendo la trascendencia de la divinidad. 

Un hecho que debo resaltar es que en los templos hindúes no se suelen realizar ciertas ceremonias o reuniones comunitarias que tengan como fin el participar de alguna prédica. Muchas ceremonias o sacrificios tradicionales se realizan en las casas de las familias (como el matrimonio). O simplemente al aire libre y cerca a la naturaleza, si se puede. Hay templos incluso tan pequeños en que ni siquiera cabría esto como posibilidad. 

Un templo de regular tamaño puede tener varias estancias, también varios altares, pero mayormente tendrá una deidad principal o central. El movimiento dentro del templo es incesante. Los devotos y peregrinos ingresan siempre en actitud reverente encaminándose hacia la divinidad principal. Pues a ella es a quien lleva su ofrenda y respeto. Ésto en la búsqueda de tener el darsham de la deidad. La palabra darsham que se traduce como presencia, indica que el hindú va al templo a participar de la presencia de Dios, así como también puede hacerlo con un gurú en un ashram, pues también se tiene el darsham de un gurú. 

Creo que en el darsham uno es visto o mirado por la divinidad. Quiero decir que comúnmente nos puede parecer que uno mira o contempla a la deidad pero en realidad ella nos mira a nosotros. Entonces, el asunto es tener la actitud adecuada para dejarse mirar por ella. 

Hay templos en India muy populares y famosos. En los que miles de devotos buscan el darsham con la deidad. En Calcuta pude asistir al famoso templo de la Diosa Kali, de la cual el gran santo hindú Rama Krishna, fue su adorador y sacerdote. Ya estando a pocos metros frente a la deidad decenas de devotos estaban apretujados delante de mí, lo cual me impedían ver los ojos de la Diosa. Debido al ajetreo pensé que no iba a ser posible, en esta visita, tener la bendición, pero de pronto, en un instante, se abrió un espacio y tuve los ojos de la Diosa Kali sobre mí por unos segundos. Pronuncié un mantra y me retiré satisfecho. 

Los que custodian los templos en la India y realizan los rituales son los sacerdotes o brahamnes. Ellos conforman la primera casta dentro del orden social hindú y que tiene fundamento en los mismos vedas. Muchas veces al llegar al templo se le entrega a él la ofrenda y a la vez éste puede colocarte la tika o marca en el entrecejo que es como la bendición de la deidad. También puede darte algún fruto o agua que ha sido ofrecida. Aparte, también se puede ver siempre en los templos o cerca de éstos a monjes o sadhus que están con sus cuentas en la mano, realizando lo que se llama “japamala” repetición del nombre divino. Una vez, por ejemplo, en el templo de Kedarghat en Benarés me conmovió un grupo de monjes que estaban como en un pequeño círculo recitando los mantras sagrados. 



Continuaré con este tema en mi siguiente publicación… 

30 de mayo de 2018

El Templo Hindú


(Primera parte) 


En algunos lugares de la India, al templo se le llama “mandir”. Pienso que debe haber millones de ellos. Puede parecer exagerado, pero estar en la India y querer visitar todos sus templos sería simplemente una empresa imposible. 

He visitado algunos de ellos y la experiencia siempre rebasa lo imaginable. Durante mi primer viaje a la India, los templos fueron el mejor lugar para el contacto con esta nueva realidad cultural y para saborear una espiritualidad distinta, que deslumbra por no estar desconectada de la naturaleza. 

La tradición hindú vive lo divino no sólo en su elevada metafísica, como lo prueban sus escrituras más antiguas (Vedas), sino por vindicar todas las formas vivas. Por usar la tierra, el agua, las flores, el perfume y el movimiento. En un templo hindú la vida palpita con mucha fuerza y nos impregna de tal manera que es difícil, al menos para quien posee cierta sensibilidad, sustraerse a su fuerza. 

A un templo o mandir se entra descalzo. A diferencia de occidente, donde nuestros zapatos nos acompañan casi durante todo el día, en la India se prescinde de ellos en el hogar, en el trabajo, pero sobre todo en el templo. 

Al estar en los templos en contacto con la tierra, nuestros pies nos hacen recordar la expresión bíblica de que “estamos en tierra sagrada”. Si hemos llegado a la hora de la adoración, que es llamada puja, seremos sorprendidos o casi aturdidos por los imponentes sonidos de tambores. Se ofrece sonido a la deidad. Las campanas nunca faltan y el fuego, jamás. En Calcuta participé de una puja. Me dieron un pequeño tambor y toqué hasta que fui conmovido por el momento culmen de la puja: el árati, el ofrecimiento de fuego a la deidad. 

El sacerdote mueve en círculos y de forma horaria un plato con varias llamas de fuego. Lo hace frente a la deidad, que es cuidada día tras día. 

Para la adoración se lleva flores. Es la ofrenda más tradicional. En los alrededores de los templos, a veces en la misma puerta, se venden flores y guirnaldas, para no llegar a saludar a la deidad con las manos vacías y también se las compra para ser entregadas a un Swami o gurú. 

Para la adoración los sacerdotes deben encontrarse en estado de pureza ritual, lo que explica las prescripciones a las que están sometidos los brahmanes y se espera que quienes visiten los templos también lo estén. 

Las observancias estrictas para los rituales pueden hacer creer que los hindúes son moralistas. Pero no es así. Los hindúes dan por sentado que la vida espiritual presupone una vida moral pero no viven una moral compulsiva. Las exigencias de baños diarios y de evitar hacer los actos diarios en estado de impureza muestran más bien un conocimiento digamos esotérico. 

A decir de un Swami de Benarés: “La actitud de pureza, de genuina moral o ética, es esencial; pero para las energías es también necesario la pureza corporal”. 

No existe maniqueísmo alguno. Las categorías bueno-malo no están exageradamente presentes en el templo hindú. Priman más bien las categorías puro-impuro y superior-inferior. 

Ha señalado Alaín Danielou que de todos los baños el que se hace en un río es el mejor. Los que nos hemos bañado en ríos, debemos reconocer que no sólo uno queda limpio sino que además con más fuerza, revitalizado. Y podemos agregar, para concluir, que para todo hindú el baño más purificador es el que se realiza en el Ganga, el río sagrado por excelencia. 



2 de mayo de 2018

Naturaleza Sagrada



En la India todavía persiste una tradición espiritual tremendamente ligada a la naturaleza. Los animales, los árboles, las piedras, tienen una presencia sutil, que hay que descubrir día a día. Como en el mundo andino, todo está vivo, así que la actitud correcta en la vida diaria de un hindú es sacralizar esa realidad viva. 

Los animales en la India parecen tener derecho de ciudadanía. Su presencia en muchas ciudades no sólo es parte natural del paisaje, sino un elemento mismo del vivir, lo que se llama hinduismo. Y es que para un hindú los animales manifiestan atributos o cualidades divinas, volviéndose así portadores de felicidad y por tanto un recordatorio constante y viviente de lo divino. 

Ganesha o Ganapatí es el elefante, o el dios con cabeza de elefante. Según el mito hindú, es hijo de Shiva y Párvati, así que de él sólo se esperan cosas auspiciosas. Es invocado, por los hindúes, seguramente para afianzar la memoria, pues ¿acaso no se ha escuchado alguna vez la expresión “memoria de elefante”? 

Los bestiarios de la Edad Media, los mismos que tienen como antecedente las obras de Aristóteles, dan cuenta de esas cualidades sublimes de algunos animales. Reconociendo estas, con la mirada simpática que exige el vivir hindú, los hombres no sólo aprecian a los animales sino que entienden la unidad de la creación, lo que impide violentarla tan fácilmente. 

Se dice que el elefante es casto, dócil y que tiene buena memoria. ¿No son estas las cualidades que debe tener todo estudiante? El brahmachari, y todo estudiante que se precie de tal, debe ser casto en la etapa de sus estudios. Debe ser dócil con su maestro, pues la reverencia al gurú garantiza la recepción de la sabiduría. Y debe cultivar la memoria, sin la cual todo aprendizaje sería imposible. 

Dentro del shivaísmo, hay un nombre de Shiva que es Pashupatí, que significa precisamente “el señor de los animales”. La conexión de Dios con los animales, entonces, es algo dado por sentado para los hindúes y eso es lo primero para justificar su relación con ellos. 

En el mundo animal, como realidad tangible o representación, podemos encontrar las cualidades o atributos superiores, los que corresponden naturalmente a atributos divinos. Esta sutil percepción hindú es lo que alimenta su serena y pacífica relación con la naturaleza en general y con el mundo animal en particular. 

Por los hindúes, entonces, sabemos que Dios no sólo habita en los seres humanos sino en los animales.


21 de abril de 2018

Shankaracharya Jayanti 2018

Los hindués celebramos ayer el Adi Shankaracharya Jayanti, el cual se realiza en el mes de Vaishakh del calendario hindú. En un texto anterior hemos tratado sobre la vida de Adi Shankaracharya y su importantísima labor al establecer la vida monástica dentro del sanathana dharma.

En esta breve reseña sólo queremos mencionar el fundamento para el mantenimiento de la tradición hindú: nos referimos al linaje espiritual, el cual supone, que la transmisión del conocimiento se da de forma regular a través del tiempo, formando una cadena espiritual de maestros que se llama en sánscrito param param.

Los hindués reconocen la importancia de la presencia del gurú y quizá este aspecto es uno de los más peculiares de esta tradición, pues además sorprende a muchos que siendo el hinduismo la tradición más antigua mantenga hasta hoy varios linajes espirituales que se remontan hasta la antigüedad. 

El Guru Namaskar o saludo al maestro empieza así: Guru Brahma, Guru Vishnu, Guru Devo, Maheswara, pues como afirmó Ramana Maharshi el gurú es el atman mismo, por eso su sola presencia puede conmover y empujar a los buscadores hacia la realización espiritual.
 

Swami Swaroopanand Saraswati, Shankaracharya de Jyotirmath y Dwarca (Norte y Oeste de la India)
Swami Bharati Tirtha, Shankaracharya de Sringeri en el estado de Karnataka (Sur de la India)

Swami Nischalananda, Shankaracharya de Puri en el estado de Bubaneswar (Este de la India)

1 de abril de 2018

Sri Hanuman


En esta Luna llena del calendario hindú (mes de Chaitra) los hindúes celebramos el Hanuman Jayanti, la festividad dedicada al señor Hanuman, una de las deidades más queridas entre los devotos hindúes.

Quienes hayan leído el Ramayana deben haberse conmovido por la presencia del dios mono, quien ayuda a Rama a rescatar a su esposa Sita. Además, esta deidad muestra virtudes y poderes que le hacen quizá ser digno de ser discípulo de Rama, el avatar o encarnación de Vishnu.

Y es este aspecto el que deseamos remarcar en esta breve consideración sobre el tema que nos avoca. Hanuman pese a poseer poderes especiales como volar, y de estar capacitado para destruir a Ravana, la encarnación del mal, muestra sin embargo una humildad y sumisión perfecta ante el dios Vishnu.

Un pasaje significativo en la vida de Hanuman se suscita cuando él, Rama, Sita, y el ejército de monos regresan triunfantes al reino de Ayodhya:

Sita sugiere a Rama que entregue un obsequio a Hanuman por los servicios prestados en la consecución de su rescate. Ante este pedido Rama entrega al dios mono un collar. Tras recibirlo, Hanuman lleva el collar a su oído, luego a su nariz, y también intenta mascarlo. Luego de lo cual arroja las cuentas al suelo. Ante la sorpresa de todos Rama pide una explicación y Hanuman dice: "este collar no suena a ti, no huele a ti, ni sabe a ti. Yo te quiero a Ti".

Hanuman es el discípulo perfecto. En la enseñanza del Ramayana la sumisión total y la devoción pura hacia lo divino muestran la naturaleza del camino hindú, pues estos dos aspectos garantizan la realización espiritual.





18 de marzo de 2018

El Yoga y la Trascendencia

Arthur Avalon, uno de los pocos europeos que estudió seriamente el yoga

La palabra yoga pertenece al sánscrito, la lengua ritual del sanatana dharma o hinduismo. Y según estudiosos de la lengua en mención, viene de la raíz yug, que significa unión. Esta primera observación hace inevitable evocar el término religare (del cual deriva la palabra religión), de similar valor semántico. Estamos entonces ante una palabra, cuya etimología indica ya una riqueza y profundidad de significado. 

Dado que el yoga es considerado uno de los darshana, (punto de vista dentro del cuerpo de las doctrinas de la India) se hace evidente, que antes que una disciplina es sobre todo un conocimiento y, por lo tanto, el estado de realización que le corresponde. Por ello el yoga o unión presupone una doctrina cuyo alcance sólo puede ser el de la metafísica pura. 

La idea de unión insinúa el final de un proceso o disciplina, pero también es usado para indicar el conjunto de prácticas tendientes a realizar esa unión. El estado de no-dualidad o la superación de todas las dualidades propias del estado condicionado humano es el yoga, que a veces es formulado, aunque no felizmente, como la fusión del atmán o espíritu con el supremo Brahmán. 

Para René Guénon, es la metafísica pura la que fundamenta la propia realización, es decir, el estado yóguico, y la versión doctrinal más clara y ortodoxa al respecto la encontramos en el vedanta, el último darshana, que significa precisamente, el “fin del Veda”. 

Estas breves consideraciones preliminares serían suficientes para darse cuenta que el yoga es algo más de lo que difunden revistas y libros en nuestros medios. Hay una profusa y abundante literatura sobre “yoga”, que se ha vuelto la herramienta que hombres modernos usan para exacerbar tendencias contrarias a lo que busca toda doctrina metafísica tradicional. Dentro del psicologismo moderno se manosea esta disciplina ancestral, sacándola de su contexto tradicional con el único fin de atenuar el estrés de la vida moderna y lograr una adecuación feliz a ese mismo estilo de vida. 

El principal equívoco respecto al yoga es que se lo asuma como una gimnasia que tiene como meta la relajación y un bienestar físico sin más. Y los que ven al yoga de esta manera ignoran convenientemente la teología y la ética que presupone su práctica. 

Algunos, de manera ya casi insidiosa, llaman al yoga una “religión sin Dios”. Y a parte del contrasentido lógico que supone esta expresión, olvidan o simplemente ocultan que en los tratados clásicos de la India sobre el yoga, la devoción a un istha devatá (forma de lo divino que manifiesta a Dios y que todo hindú adora a nivel personal) y una vida moral son imprescindibles para la práctica de esta disciplina, en cualquiera de sus formas. 

Entonces, una divulgación acrítica y a veces movida sólo por intereses mercantiles, ha presentado al yoga desgajado de su tradición, es decir, de su corazón, que es de dónde saca sus principios y desde donde se posibilita una auténtica realización.


Ramakrishna, el famoso yogui de Calcuta

Ascesis y Amor 



El término ascesis deriva del griego askasis, que significa ejercicio espiritual. Pensar sobre esta palabra quizá ayude a entender el sentido del yoga. El ejercicio espiritual, dentro de la experiencia monástica cristiana, está dada a operar una transformación o metanoia en el hombre, que, al menos dentro del cristianismo ortodoxo, se le ha podido llamar sin complejos, una divinización del hombre. Y este proceso de divinización sólo puede ser entendido, según las fuentes escriturarias de la India, como la superación del estado de condicionamiento, al que están sujetos los hombres por el solo hecho de estar en el estado humano. La razón humana no es fiable, pues es una expresión del conjunto corpóreo del ser humano, y por lo tanto está teñido de su propia imperfección. Cómo dominar esta mente y aquietarla para que pueda aflorar una instancia cognoscitiva superior es el desafío primero de toda ascesis y del yoga tradicional de la India. 

El tratado clásico sobre yoga, atribuido a Patanjali, empieza precisamente así: 


“La cesación de los movimientos de la mente es el yoga”

Así que detener la mente y sus voraces y afiebrados movimientos es preocupación primera de los cultivadores del yoga. Entonces, muchas prácticas se vuelven soportes e instrumentos que buscan predisponer y posibilitar que la fluctuación de lo ilusorio deje de ser para que lo que en verdad tiene realidad como el atmán sea. 

Y estas prácticas, como hemos dicho, presuponen una moral. Aquí está la importancia del Yama y Niyama, las partes integrantes del sistema yoga. El yama es el soporte moral, pues insiste en los prerrequisitos básicos como el no matar, el no robar, el no mentir y el mantener una vida de templanza, pues como enseña el Yoga Sutra: 

“Quien preserva su semen, alcanza la fuerza viril”

Si el hombre, decidido a hacer yoga cumple esos presupuestos morales, entonces la concentración, la postura adecuada, la respiración y la meditación le podrán llevar a la meta buscada. Así que reducir todo esto a una simple gimnasia física, cuyo fin último es relajarte, es la desnaturalización del yoga. 

Pero el yoga no es pura práctica titánica. No se asume que por sólo esfuerzos propios se realiza al Brahmán Supremo. El camino exige también amor, devoción. Y esto completa el yoga o le da su verdadero sentido. El hombre realiza esfuerzos, afina su voluntad, pero se rinde, como ser finito a la realidad infinita. Por eso en el clásico Yoga Sutra se insiste en la devoción hacia Iswará o el Señor. 

Creo que este aspecto bháktico (devocional) es el que salva al yogui de caer en la vanidad o la ilusión de ciertas habilidades o poderes que pueda adquirir en los ejercicios yóguicos. Esto lo enseñó claramente el gran Ramakrishna, cuando reiteradas veces se refirió a que el hatha yoga conllevaba un apego al cuerpo, y por eso lo desaconsejaba a sus discípulos.

Recordar a Dios, repitiendo sus nombres con auténtica devoción es la vía regia para realizar a Brahmán según el santo de Calcuta. Así que ¿alguien osará desautorizar a Ramakrishna y afirmará que el dominio del cuerpo es superior al amor por lo Divino?

2 de marzo de 2018

Mirando el fuego


La vida cotidiana del hindú está impregnada de actos rituales. El hombre hindú es un hombre ritual. Y los actos de adoración muestran a un pueblo todavía conmovido y absorbido por la idea de lo sagrado. Uno de los actos rituales que conforman la vida de un hindú son los homas o rituales en donde el fuego es el centro, como ofrenda o como objeto de adoración. 

El fuego está presente en la India a cada paso, en cada casa, en los math o ashrams. Pero es en los templos donde tiene viva presencia. El momento culmen de la adoración es el árati, es decir, cuando se ofrece fuego a la deidad. 

Si como señala la etimología la palabra hogar viene de hoguera, sólo en la India se vive la experiencia plena de hogar pues el fuego está prendido sin apagarse día tras día y en muchas casas, los miembros de la familia se turnan para mantener y custodiar el fuego sagrado que siempre está en un altar con la deidad que rige o cuida ese hogar. 

A parte de ello hay como ya hemos señalado rituales especiales llamados homas y que son realizados por brahmanes, los miembros de la casta sacerdotal en la India, quienes realizan el rito recitando versos védicos. 

En la India observé unos homas colectivos que atraen por su fuerza, la misma que está presente no sólo por el fuego, sino por los cantos védicos que los acompañan y que son cantados con devoción. 

En Nueva Delhi, durante mi estancia en el Aurobindo Ashrám, fui atraído por la recitación colectiva de unos mantras alrededor de un fuego, prendido en una pirámide invertida gigante. Invitado a participar del círculo, seguí los cantos al tiempo que, como todos, atizaba el fuego echando alguna yerba o astillas de madera. El canto más recurrente y persistente que reconocí fue el Gáyatri mantra, un himno védico que tiene un prestigio sin igual en la India y que está mencionado en varias escrituras tradicionales como en la Bhagavad Gita: “Entre los himnos védicos, Yo soy la gáyatri” (Gita: X, 35) 

Este mantra es mayormente pronunciado sólo por los brahmanes. Es el gurú quien inicia a su discípulo en la pronunciación de este auspicioso mantra. Debo agregar que dentro del hinduismo los mantras tienen que ser dados por un hombre de conocimiento, un Swami, para poder ser usados por quienes los reciben. 

Tras la culminación del homa, los devotos contemplan las llamas del fuego hasta que se apaguen. Los materiales del fuego ahora son ceniza, pero no como cualquier ceniza que se produce al quemar algo. Esta ceniza es pura y nunca es negra como la ceniza común. Algunos discípulos recogen la ceniza que el homa ha producido y marcan su frente con un poco de ella. Otros lo ingieren con fines terapéuticos. 

En lugares considerados sagrados como Benarés, Haridwar o Allahabad, se pueden ver algunos sadhus desnudos pero con todo el cuerpo cubierto de ceniza blanquecina. 

Esta ceniza es llamada vibhuti o también bhasma y es usada para hacer marcas en algunas partes del cuerpo como hacen tanto los shivaítas como los vaisnavas. La marca más característica en el caso de los adoradores de Shiva son tres líneas horizontales en la frente llamada tripundra. Algunos también lo usan para hacer la tika, la marca en el entrecejo, el punto llamado “ojo de Shiva”.


16 de febrero de 2018

A propósito del Maha Shivaratri


Esta semana los hindúes celebramos el Maha Shivaratri, la gran noche de Shiva. La festividad está dedicada a una de las deidades más importantes en la tradición Hindú, por ello queremos exponer algunas ideas sobre el Dios transformador de la India.

Presentar a Shiva no es tarea fácil, pues comprender a esta divinidad exige separar los aspectos mitológicos y cosmológicos de la metafísica pura. 

Un aspecto fundamental de la tradición Hindú es la concepción de la Trimurti. Nos referimos a la triada conformada por Brahmá, Vishnu, y Shiva. Y estos tres aspectos manifiestan diversas funciones de la divinidad considerada como Dios personal o manifestado (iswara), entendiéndose por lo tanto –así lo ve claramente el hinduismo- que la trascendencia de éste es lo no manifestado, lo cual se conoce en la India como Brahman, lo absoluto y universal. 

A pesar de lo dicho los hindúes pueden considerar sin ningún problema a Shiva tanto como una deidad integrante de la Trimurti, como el mismísimo absoluto o Dios no manifestado. Por eso un adagio hindú afirma: “Nada existe que no sea Shiva” (nasivam vidyate kvacit).

El prestigio de esta divinidad hindú no solo se fundamente en sus millones de adoradores sino en las escrituras más antiguas. Debemos recordar además que imágenes o símbolos de Shiva se encuentran en los restos más antiguos de la India, como los templos de Mohenho Daro (que se encuentran en el actual Pakistán). 

En uno de los Puranas (colección de relatos mitológicos) más antiguos se relata lo siguiente:

Estando Vishnu descansando sobre las aguas, se presentó ante él Brahma como una deidad super luminosa. Ante esta aparición Vishnu inquirió a Brahma sobre su naturaleza y origen, respondiendo este que era el Dios Supremo, independiente y poderoso.

Vishnu no aceptó las pretensiones de Brahma y se sumieron en un largo debate para esclarecer quién era de ellos el ser más eminente. Ante esta situación emergió del océano un inmenso lingan, y de este surgió Shiva como un ser super gigante. Entonces Vishnu y Brahma decidieron viajar cada uno a un extremo, para poder así medir la altura y profundidad de Shiva, no pudiendo llegar al límite alguno. Así las dos deidades se rindieron, reconociendo a Shiva como la verdadera Divinidad Suprema. 

Para el orientalista alemán Heinrich Zimmer:

Siva aparece aumentado en el linga, realzado, acrecentado como elemento básico omnicomprensivo. El papel de destructor es ahora sólo una de sus tres manifestaciones principales. Junto a Brahma el Creador y Visnu el Conservador, Siva el Destructor coexiste con Siva el Supremo.
Mitos y Símbolos de la India, 128 pp. Ed. Siruela.


También podemos citar a René Guenón respecto a la comprensión de Shiva tanto como Dios transformador y como Dios absoluto: 

[Shiva] Es el paso “al más allá de la forma”, que no aparece como una destrucción sino desde el punto de vista especial y contingente de la manifestación; es el paso de lo manifestado a lo no manifestado, por el cual se opera el retorno a la inmutabilidad eterna del Principio supremo.
Introducción General al Estudio de las Doctrinas Hindúes, 196 pp., Ed. Losada.


Los hindúes reconocen a la vez diversas manifestaciones o aspectos de Shiva, los cuales se expresan en los 108 nombres con los que es invocado. Así tenemos, por ejemplo, a Shiva Nataraja o danzante, el Shiva Ardhanari (andrógeno), Shiva Asceta o yogui perfecto, etc.


Varias de estas cualidades o aspectos lo podemos encontrar también en la representación clásica de Shiva como yogui en el cual se puede ver el tridente como símbolo de destrucción o transformación, el tambor como el sonido creador, la ceniza sagrada que lo manifiesta como un asceta que ha dominado todas las pasiones, y otros.

La ciudad de Benarés o Varanasi está presidida por Shiva y en ella los peregrinos hindúes podemos encontrar más de 2000 templos, en los cuales los símbolos de Shiva están siempre presentes, permitiéndonos adorar y contemplar lo divino. 



1 de febrero de 2018

La Kumbha Mela



Uno de los sucesos que más impacta a los viajeros y peregrinos que han visitado la India es, sin duda, la Kumbha Mela. Un festival religioso de carácter multitudinario en el sentido estricto de la palabra, pues aglomera a millones de personas, convirtiendo este evento en la reunión de seres humanos más grande del planeta.

Tradicionalmente se realiza en la ciudad de Prayag (actual Allahabad), aunque Melas menores se realizan también en las ciudades de Haridwar, Benarés y Ujain.

Aunque estos baños rituales se realizan todos los años (mayormente en el mes de Magha), el Mela mayor es llamado Kumbha Mela y se realiza cada 12 años, habiendo sucedido el último en el año 2013.

La Kumbha Mela es una festividad tradicional hindú y como tal no sólo se realiza en un lugar especial (el punto de reunión de tres ríos sagrados, el Gangá, el Yamuna y el Saráswati), sino también en un momento único. 

El evento es único porque reúne a millones de personas, de todas las escuelas y corrientes del hinduismo, con el único afán de tener bendiciones de los swamis, de ser instruidos por los sadhus (monjes) y de bañarse en el río para purificarse. 


Pero ese baño multitudinario, que sella la participación en la Mela es y debe ser realizado, como hemos dicho, en un momento único: en ese momento se debe manifestar la mayor armonía celeste. El evento, por lo tanto, en su momento culmen, el baño, se realiza cuando el Sol y Júpiter se encuentren en una relación de armonía máxima. Júpiter es el planeta más auspicioso y relacionado con la espiritualidad, pues rige en los mapas natales la casa nueve, que es la morada del Gurú, los viajes largos y los peregrinajes.

Para la sabiduría astrológica existen configuraciones de los astros que favorecen los actos humanos, mundanos o espirituales. Y para la astrología hindú en particular (jyotisha) este momento especial llamado muhurta es conocido mediante escrupulosos cálculos matemáticos. Y una vez establecido, es respetado por todos.

Tuve la oportunidad de participar en el último Kumbha Mela en la ciudad de Allahabad. La experiencia satura los sentidos y rebasa toda imaginación.

Una verdadera ciudad de campamentos se levanta frente al río. Y en sus avenidas transitan diariamente olas interminables de peregrinos de toda la India y visitantes. Ellos buscarán estar junto a sus líderes espirituales y a la vez visitarán a otros swamis y monjes para tener su bendición o participar de sus enseñanzas.

Aunque domina un clima festivo y el movimiento incesante de masas humanas pueden aturdir a los visitantes, un clima de espiritualidad lo impregna todo. Además, ver a millones de personas rindiéndose ante lo sagrado puede lograr conmover al más escéptico en materia religiosa.


17 de enero de 2018

Sri Saraswati



En el quinto día de esta Luna nueva (mes de Magha en el calendario hindú) los hindúes celebramos el día de Saraswati. Por ese motivo dejamos estas breves consideraciones sobre la divinidad femenina.


Visitando una vez un templo hindú, pregunté por qué se decía Radha-Krishna y no al revés. Una devota me respondió: “porque se llega a Krishna a través de Radha”.

Aunque nuestra lógica nos puede llevar a pensar que la relación normal es la de el Dios y la Diosa, en la India el orden es inverso. Y esto muestra un aspecto peculiar y a la vez fundamental de la tradición hindú.

La India mantiene el culto a lo femenino. La Diosa, como Madre, como Tierra, como naturaleza, emerge como una deidad protectora e intermediaria entre el hombre y lo absoluto. Por ejemplo, la Madre Ganga limpia nuestros pecados. Párvati, la Diosa de las Montañas, protege nuestro camino hacia las cimas espirituales. Durga extermina a los enemigos. Laxmi auspicia la prosperidad. Y Saraswati Devi hace posible el conocimiento y la música.

Saraswati es una deidad para los hindúes, y como tal se le representa con varios brazos, símbolo de su poder (el cual se manifiesta en todas las direcciones) y trascendencia. 

La cítara que alude al sonido, nos recuerda que el conocimiento fue primero escuchado o recibido a través de los sagrados mantras que conformaron la literatura védica. Esto a la vez nos muestra la importancia de la trasmisión oral del conocimiento.

Es importante recordar que occidente no careció de esta tradición antigua. En la historia de la filosofía encontramos momentos cumbres donde lo femenino brilla, no como discurso filosófico, sino como fuente del mismo: Sócrates jura solemnemente en el Banquete que la doctrina sobre el amor que enunciará le fue transmitida por Diotima, posiblemente una sacerdotisa.

En otro momento de la historia hubo una irrupción de lo femenino como manifestación de la sabiduría y de la intermediación entre el plano humano y el divino. Además de estar plasmado en una obra crucial (La consolación de la filosofía) que nos sirve para entender el pensamiento de la cultura occidental.

Nos referimos a Boecio, quien vivió en el siglo V después de Cristo. Él había dedicado toda su vida a la filosofía. Sin embargo, por lo peculiar de su destino, terminó de pronto encarcelado y proscrito por el rey al que había servido. El Sabio, sintió la inusitada carga de verse traicionado y marginado. Cayó en la debilidad e inerme renegó de su suerte. 

En este instante crucial, personal pero histórico para toda la civilización, se dio el fenómeno acariciado por muchos místicos: la Filosofía aparece encarnada en forma de una mujer. En el fondo oscuro de su celda, una luz brillante ciega al filósofo y tras unos minutos una imagen empieza a emerger, despacio, hasta mostrarse con toda nitidez. Es la Filosofía, encarnada en una mujer de belleza sin igual. Su presencia, aunque etérea es contundente para el filósofo y la enseñanza primera de ésta es que la vida debe superar el plano de la acción o la práctica para alcanzar la vida contemplativa. 

Hay muchas pruebas más sobre la importancia de la intercesión femenina en la búsqueda y consecución de la sabiduría. En la literatura caballeresca la presencia de la Dama no parece indicar otra cosa, como en el Amadís de Gaula o la saga del Grial. No podemos dejar de mencionar también el culto mariano dentro del cristianismo que aunque de forma muchas veces velada manifiesta también esta enseñanza. 

En la India, mayormente en los altares la deidad masculina tiene a su costado su consorte o contraparte femenina. Y es que una espiritualidad ligada a la naturaleza, a su magia y poder, no puede desconocer la primerísima importancia que reviste lo femenino. Pero a la vez, también existe el culto a la devi como representación de lo absoluto mismo. 

La Madre Divina así es no sólo objeto de adoración. Es el centro de una doctrina y un conjunto de prácticas consecuentes para realizar lo divino. Om Devi Saraswati Sharanam.






2 de enero de 2018

El científico y el santo

El científico y el santo - Avinash Chandr

Nos parece pertinente empezar este nuevo año comentando en nuestro blog la aparición de un nuevo libro que sin duda dará luces sobre varios aspectos de la Tradición Hindú. 


Nos referimos a El científico y el santo* del escritor hindú Avinash Chandra,  quien ha escrito este libro tras varios años de investigación.



El libro es voluminoso pues abarca múltiples temas. Sin embargo, aunque ambicioso no es pretencioso, pues como avisa el autor en las primeras páginas, el texto no pretende ser original sino presentar de manera coherente y sencilla las enseñanzas del Dharma Hindú y también algunas correspondencias con otras tradiciones espirituales.

Las primeras partes se dedican a presentar la naturaleza de la ciencia moderna -la cual sólo tiene pocos siglos de existencia- y a la vez sus límites y excesos. Sirviéndose de numerosas citas el autor pone en evidencia el cientificismo, es decir la creencia de que la ciencia moderna, con los métodos que le son propios, es el único saber que puede explicar la realidad. Esta ideología, heredera del positivismo del siglo XIX pretende reducir la realidad al plano de lo puramente material, desconociendo la multiplicidad de lo real. 

Aparte de esto, el autor escrudiña la naturaleza del conocimiento, poniendo énfasis en los aportes de la psicología hindú. La cual reconoce a la conciencia como una instancia cognoscitiva superior, la que permite precisamente la realización de los estados del ser trascedentes. La psicología moderna, en cambio, renunció al concepto de conciencia. Despojado así el hombre, quedó reducido a un ser puramente biológico pues incluso la mente y su complejidad quedan “explicadas” por la bioquímica del cerebro.

Todo esto nos remite al final a la idea del hombre y sus posibilidades. Las concepciones modernas, tanto científicas como filosóficas conllevan al escepticismo y al relativismo. Lo cual ayuda a entender el grado de desorientación y frustración del hombre actual. 

El hombre normal – nos dice el autor – el hombre de la calle, es hoy en día el prototipo de hombre. Se supone que ya somos completos en nuestra imperfección; no tenemos que esforzarnos en llegar a ningún sitio salvo en lo que atañe a cuestiones prácticas. Pero para la sabiduría antigua el hombre normal no es sino un hombre incompleto y menesteroso, un proyecto, un punto de arranque para llegar al hombre verdadero.**

Sin duda es un acierto, a parte de un tremendo desafío proponer la “santidad” o la búsqueda de ella frente a la ciencia moderna que parece ahogar al hombre actual en velocidad y vacío. El santo no es un ser utópico ni una construcción nostálgica. El santo es una realidad visible que nos confronta y nos pone de cara a lo invisible.



*El científico y el santo. Avinash Chandra. 777 páginas, Olañeta Editor, España, 2016.
**Página 49.